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justify; font-family: tahoma; font-size:10px; color: grey;
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Cuentan una leyenda, que en
los albores del tiempo, la magia creó todo. Desde el sol que nos ilumina
hasta el arrollo que nos refresca. De dónde surgió esa magia es un
misterio. Pero lo que sí se sabe, es que dos Esencias tuvieron que ver
en la creación del mundo. Y ambas, que formaban parte de un solo todo,
fueron las responsables de la naturaleza dual del mundo en el que
vivimos. Sol y Luna. Día y Noche. Luz y Oscuridad. Todo tenía su opuesto
y su equivalente. Todo era complementario.

Pero como sucede en
muchas ocasiones, las Esencias al tener que convivir comenzaron a
rivalizar la una contra la otra por ver quién de las dos era la más
grande. Y cuando ya el ser humano estaba en la tierra, la competición
derivó en una guerra.

Los humanos se vieron divididos. Algunos
de ellos tenían parte del espíritu creador de alguna de las Esencias.
Ese grupo se autodenominó "mágico". Fue así como nacieron las primeras
comunidades de magos y brujas. En aquellos primeros tiempos, cuando la
magia era joven, hubo destacados magos que podían comunicarse con las
Esencias y se convirtieron en sus heraldos en la Tierra. Fue a causa de
esos heraldos como las Esencias reclutaban magos para su causa de
doblegar a la otra.

La guerra entre las Esencias y sus
partidarios duró generaciones. Los ríos, antes puros y cristalinos, se
tiñeron de la sangre roja y brillante de aquellas personas y seres que
habitaban el joven mundo. Las Esencias, en su despliegue casi infinito
de poder, casi acaban con lo que les costó tanto crear. Por eso, a pesar
de su mutuo odio, ambas firmaron un acuerdo. Debían hacerlo, pues
ninguna quería destruir su obra.

La Esencia de la Luz y la
Esencia de la Oscuridad acordaron posponer su enfrentamiento hasta
encontrar a sendos paladines que fueran los que llevasen a cabo el
combate por la supremacía del mundo mágico. Se enfrentarían encarnados
en esos paladines, para así no destruir el mundo que juntos habían
creado. Y como esos paladines no podían estar solos en su comedido, cada
uno, predijo a los ayudantes de su seguidor. La Oscuridad, concentró
mucho de su poder en la llamada figura del Niño de las Tinieblas, pues
creía que si este tenía aliados con bastante poder de la Oscuridad sería
traicionado. La Luz, por el contrario, repartió su poder de forma más o
menos equitativa entre las figuras que debían ayudar al Niño de la Luz.


Después de realizar ese encantamiento tan poderoso y de ceder
parte de sus poderes a sus paladines, ambas Esencias, encarnadas en los
cuerpos de Aldur y Torak, cayeron en un profundo sueño. Muchos de sus
seguidores creyeron que las Esencias habían muerto y llevados por sus
delirios de grandeza comenzaron a ser ellos los que ostentaron el poder,
llegando a dominar a los Muggles. Y propiciando guerras fraticidas que
serían la constante en la Comunidad Magica. El cénit de esa situación se
dio cuando un mago llamado Lord Voldemort y sus seguidores conocidos
como Mortífagos pasaron a sangre y fuego a la Comunidad Mágica bajo los
ideales de la pureza de la sangre y de romper el Estatuto del Secreto
para poder someter para siempre a los Muggles.

El reinado de
terror de Voldemort acabó cuando Harry Potter el “Elegido” se enfrentó a
él en combate singular y desde su victoria, la Comunidad mágica ha
disfrutado de unos años prósperos, llenos de paz. Una paz que no ha
llegado a todos por igual, puesto que las familias de ideología purista
están muy lejos de sentirse a gusto en esta sociedad… además, que a
costa de esa paz se han cometido injusticias y esas injusticias hacen
que las familias con algún miembro mortífago esperen su momento para
surgir y recuperar su poder.