¿Perdidos? No lo creo...{Evander}

Era de mañana, las clases ya habían comenzado y el reloj no paraba de mover sus manecillas, mas por alguna extraña razón que aún desconocía mis ánimos para aprender no se encontraban muy a gusto ese día. Decidí saltarme la clase de encantamientos y visitar los antiguos corredores que rodeaban el gran castillo, esperando por una vez poder estar sola y dejar de preocuparme por todo aquello que me acontecía en esos momentos; aquel día en la mañana había visto a ese chico sonreirle a una de mis compañeras, y me había dado cuenta de que ella estaba realmente feliz por aquel inusual comportamiento. Me odiaba por eso, me odiaba por haberla odiado a ella cuando sabía muy bien que no era su culpa que el estuviera pendiente de su paradero en lugar de preguntarse el mío; no es que le fuera del todo indiferente, mas cuando eras la mejor amiga de esa persona en especial que se preocupaba por aquel a quien querías todas las cosas cambiaban a ser un segundo plano y yo quedaba relegada nuevamente por mi dulce y perfecta mejor amiga.

Suspiraba y evadía a todos los que podía, no había logrado encontrar a James por ninguna parte y eso me ponía de un humor aún más insoportable. Apenas me daba cuenta de que al pasar todos se alejaban de mi camino, ya que sabían que cuando no me encontraba de buen humor lo más prudente era no acercarse a mí o molestarme de cualquier otra manera, ya que la pagarían muy caro. Sonreí ampliamente al recordar que se me daban muy bien toda clase de hechizos, mas de mi madre había heredado la extraordinaria capacidad para conjurar unos hechizos paralizantes que hasta ella les tendría envidia; reí alegremente al recordar todas las tardes en las que me había vengado de mi hermano con aquellas piernas de gelatina o cuando caía congelado al suave piso del recibidor, el había aprendido a no meterse conmigo y yo había aprendido que no necesitaba a nadie para poder defenderme, ya que si tenía mi varita muchos lo pensarían dos veces antes de atacarme. Las cosas habían cambiado desde que mi padre y mi madre habían muerto en aquel accidente de tránsito, ahora temía salir por las calles y evitaba a toda costa subirme a automóviles muggles. Trataba siempre de estar alegre eh incluso las habilidades más absurdas eran consideradas para mi, toda una proeza.

Mis pies se movían solos mientras reflexionaba acerca de todos aquellos aspectos que aún me parecían extraños eh incomprensibles. Todo el asunto de la muerte de nuestros abuelos y la mudanza a Londres aún se me hacía una completa tontería, aunque ni mi argumento más racional había podido debatir el claro hecho de que mi padre y mi madre no mantenían una buena relación con sus hermanos y es por eso que la mejor opción para nosotros dos era la de vivir juntos, yo cuidaría de Erick hasta que se hiciera mayor, aunque bien sabía que jamás me permitirían quedarme con el. Aun ahora temo entrar en el dormitorio de Gryffindor por miedo a encontrarme con mi hermano menor y con aquel chico especial, ya que cada vez que la veo no puedo evitar verme reflejada en su rostro y a la vez tener conciencia de lo diferentes que somos los dos, y de cuanto me perturba el saberme tan interesada y a la vez tan cobarde como para no poder decirle lo que en verdad pienso. Yo ya no soy Rosie, la hija perfecta de mi madre, yo soy una nueva persona; aunque eso es algo que aún ahora a muchos les cuesta confirmar.

Regreso al presente repentinamente al toparme contra una armadura, froto delicadamente la zona agredida mientras observo los alrededores frustrada y adolorida. No conozco el lugar y se que no lo he visto en mis muchas excursiones por el colegio; hay armaduras en todas las paredes y me miran fijamente, yo retrocedo con el miedo reflejado en mis ojos al percatarme de que puedo ver los rostros de mis abuelos y mis padres reflejados en sus lustrosos cascos. Todos ellos me juzgan, y todos ellos esperan cosas de mi, cosas que yo aún no les puedo dar. Niego violentamente con la cabeza y me doy la vuelta esperando desaparecer cuando repentinamente choco contra otra persona, cayendo al suelo y lanzando un grito de sorpresa mal disimulado. Levanto mis ojos y trato de enfocar a la persona que tengo frente a mi, cabello oscuro y revuelto, uniforme rojo y dorado que combina a la perfección con aquellos ojos claros que siempre tienden a provocar un desequilibrio en mi sistema nervioso; frunzo el ceño confundida y exclamo con voz ligeramente ahogada: -Evander...