Nuestras Locuras {Alice Longbottom}

Era un domingo cualquiera, el día estaba relativamente hermoso y las clases no empezarían hasta la mañana siguiente; por lo que podía darme el lujo de descansar unas horas del interminable desfile de libros que siempre me esperaban. Un gran momento de descanso merecido me esperaba y eso me alzaba realmente el ánimo. Normalmente me encontraría sentada en alguna butaca vacía de la Sala Común estudiando el primer libro que me viniera a la cabeza, absorta en las palabras y sin prestarle demasiada atención a lo que me rodeaba, pero como era un día libre podía permitirme otras libertades que de cualquier otra forma no entrarían en mi itinerario.

Baje las escaleras presurosa, dándole un rápido vistazo al espejo que tenía delante de mi para asegurarme de que mi cabello estuviera ordenado y no me faltara algo esencial… como la capa o cualquier otra cosa. Al llegar a la sala común la encontré ligeramente abarrotada, sonreí alegremente al ver a algunos de mis amigos más cercanos en uno de los conjuntos de butacas mas grandes; por lo que me acerque a ellos alegremente y los salude con una sonrisa en mi cara. Ellos se sorprendieron al verme pero sonrieron complacidos; bromeando de algunas cosas y tratando de tomarme el pelo, mas yo siempre había sido astuta para ese tipo de juegos, a mi hermano Frank le encantaban, por lo que pude zafarme de ellos rápidamente y adueñarme de un lugar entre mis amigos más cercanos.

Empecé a coquetear un poco con alguno de ellos, era nuestra forma de pasar el tiempo y eso siempre me había divertido de alguna manera, ya que sabía que mi corazón le pertenecía a una sola persona y no tenía forma de perderlo ante alguno de mis amigos y comenzar un extraño y posiblemente trágico romance entre los alumnos de séptimo de Hufflepuff; estábamos a punto de salir de la escuela y el que empezaran los rumores y las acusaciones no era algo que me atrajera especialmente. Escuché como la puerta de la Sala común se abrió lentamente y unos pasos conocidos cruzaron la estancia; no tuve que alzar la vista para saber quien era la que había llegado, irrumpiendo en una sala que no era suya, como de costumbre para ella. Realmente no sabía como había logrado dar con el lugar exacto de la entrada ni con la contraseña, aunque algunas veces yo se la había proporcionado, pero ahí estaba y su presencia solo significaba problemas, si, pero también un poco de diversión.

La sentí a mi lado, sus manos sobre mis hombros y no pude evitar suspirar lentamente, por algo había llegado a ser mi mejor amiga, pero de una u otra forma el pensar en lo que nos esperaba minutos después de que saliéramos de la soleada sala me provocaba ligeros calosfríos. Nunca había sido realmente valiente y el pensar en meterme en problemas movía algo en mi instinto de supervivencia lanzándome pequeñas advertencias por todo mi cuerpo en forma de intervalos de calor y frío. Cuando ella me hablo no pude más que sonreír y hablarle al piso: -La verdad Weasley, pensaba pasar esta hermosa tarde de Domingo sentada en la sala común hablando con mis amigos, a menos claro que tengas otra idea diferente- le sonreí de lado riéndome para mis adentros al reconocer el tono afable de la directora en su voz. La vi tomar un dulce y moví ligeramente mi cabeza en señal de desaprobación, no es que no me gustaran los dulces, ya que me encantaban; pero el que siempre los estuviera comiendo podría producirle alguna extraña enfermedad. No es que supiera mucho de esas cosas pero mi madre siempre se ponía pesada a la hora de consumir cualquier alimento que contuviera un poco más de glucosa de la necesaria.