Compras semanales {Malfoy S.H.}

Entonces todo esto era por los antiguos objetos del abuelo.
El viejo Burkes se quedó sin habla, miraba fijamente hacia mi tía pero seguía tan mudo desde que había descubierto el motivo de nuestra visita.
Me quedé de pie dónde mismo pero al no recibir señales de vida del hombre, tía Bella se acercó a mi, tomandome por la capucha de mi abrigo. A estas alturas ya me había acostumbrado a los arrebatos que solía tener ella cuando no recibía lo que quería. Me dejó cara a cara con el viejo, no dije nada. Tía Bella paso una fría mano por mi mejilla lo cual me hizo temblar un poco, mi movimiento paso inadvertido. Y era aqui donde mi trabajo empezaba, era yo quien debía reconocer todos esos objetos y traerlos de vuelta. El viejo se retiró y yo recibí un incentivo para que lo siguiera no sin antes una orden.
Caminé detrás de Burkes con las manos en los bolsillos mirando todo a mi alrededor. Llegamos a la parte trasera, salimos por una puerta y dimos vuelta en un oscuro pasaje que nos llevó hasta otra puerta pequeña apenas perceptible. Este lugar era más grande de lo que aparentaba ser.
Bajamos por unas escaleras a lo que parecía un sótano, el viejo Burkes tomó una vela y la encendió, a esta se encendieron más, una tras otra hasta dejar iluminado todo el lugar. Al final una puerta más, al llegar a la barrera el hombre pronunció un hechizo en voz baja y la puerta se abrió.
No me había dado cuenta que el empleado tambien venía con nosotros hasta que la voz del viejo nos indicó que tomaramos una caja. Así lo hicimos.
Los siguientes sesenta minutos los pase identificando cosas que había visto al menos una vez en casa cuando era pequeño. Una vez llenadas tres cajas con diferentes artículos regresamos por el mismo camino.

Al llegar de nuevo a la tienda me reencontré con mi tía quien me dió una palmada en la espalda y me sonrío. Supuse que era una clase de felicitación. Coloqué la caja que cargaba en el suelo. La tía Bella las redimensionó y la metio en su bolso. Se dirigió a la salida y yo la seguí. Subí la capucha de mi abrigo tapando mi cabeza y parte de mi rostro. Cuando salíamos, ella se detuvo y me señalo. Al parecer no sería mi última visita a éste lugar. Giré el rostro para ver al dueño del lugar quien tenía miedo en la mirada, miedo y algo más que no pude identificar. Le miré con superioridad para después salir, fuera caminamos una calle más antes de desaparecer.